Dionisio Ridruejo pasó de ser una referencia emblemática en el fascismo franquista más pernicioso, a encabezar un partido socialdemócrata (Unión Social Demócrata Española) en las propias tripas del régimen dictatorial. Para Santos Juliá, Ridruejo llegaría a trazar «el primer esbozo de lo que habría de ser la transición a la democracia».
Fue Laín Entralgo -su viejo camarada de correrías falangistas- quien pronunció las palabras más hermosas sobre Dionisio Ridruejo:
“Cuando cambió de opinión lo hizo siempre en contra de sus intereses, y eso tiene mucho valor”
Dionisio Ridruejo. Una pasión española trata de la personalidad de un político que, como otros muchos, en la encrucijada establecida en España por una República que no acertó en su desarrollo, tomaron partido desde un cierto idealismo por los presupuestos de una Falange que soñaba con que, con su acción, «volverán banderas victoriosas / al paso alegre de la paz»; versos ilusorios que el propio Ridruejo, como poeta que era, aportó al himno de la formación de José Antonio Primo de Rivera.
Luego, larga fue la lista de los «desencantados»: junto a Dionisio Ridruejo, José Luis López Aranguren, José Antonio Maravall, Antonio Tovar, Gonzalo Torrente Ballester o Pedro Laín Entralgo.
La acción de la obra tiene lugar el 28 y el 29 de junio de 1975, en un residencia militar en la que un coronel del Ejército español, que compartió ideales con Ridruejo en la División Azul, interpretado por Ernesto Arias, se entera de que su admirado conmilitón de entonces acaba de morir. Él hubiera querido, como Ridruejo, abandonar la singladura franquista. No ha sido capaz. Y Ridruejo ha muerto antes que Franco, sin llegar a la «tierra prometida» de la democracia. Sin embargo, su estela es una llamada a la conciencia de todos lo que comulgaron, de una u otra forma, con el general sublevado. Tal es el caso de nuestro coronel Arenas.
Pocos directores, como Juan Carlos Pérez de la Fuente, podían comprender mejor Dionisio Ridruejo. Una pasión española. El rito y el testimonio son la encarnadura de su teatro. Sus montajes en el Centro Dramático Nacional (CDN) de Pelo de tormenta, de Nieva; San Juan, de Max Aub; La fundación, de Buero, o Carta de amor, de Arrabal, lo acreditan. El que sea también el CDN, bajo la lúcida dirección de Ernesto Caballero, en su apuesta a favor de la autoría española, el que ampare el montaje, es el mejor marchamo. Paco Lahoz, Nerea Moreno y Jesús Hierónides comparten protagonismo con Ernesto Arias y Daniel Muriel en esta memoria de la pasión española de Ridruejo, que no fue una pasión inútil.
Ignacio Amestoy
{morfeo 23}
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Coproducción
Centro Dramático Nacional
Pérez de la Fuente Producciones
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